Estamos ya más que hartos de ver cómo aficionados a las pseudociencias y los charlatanes más diversos se comparan con Galileo, aquél que fue invitado a una barbacoa, pero que consiguió escaquearse. Se hacen las víctimas, aduciendo que en su tiempo Galileo fue también incomprendido. Pero, ¿qué opinaría Galileo de las pseudociencias? ¿Y de los charlatanes?
En Gluon con Leche, carcomidos por esta duda, decidimos desviar algunos de los fondos con que la CIA, el KGB, y Protección Civil nos financian las cervezas, y nos fuimos de himbestigación de campo a la Toscana, al lugar de su eterno descanso (Florencia), a ver si su espíritu o algún otro nos comentaba algo al respecto.
Cámara fotográfica en una mano, hicimos fotos para encontrar su espíritu, y con una grabadora en la otra esperamos poder preguntar vía psicofónica su opinión respecto de los charlatanes… pero todo intento fue inútil. Cintas silenciosas, y ni un mísero orb (aunque sospechamos que no usar el flash fue un error experimental importante).
Una falta de resultados muy misteriosa. ¿Qué nos quieren ocultar? ¿A qué o quién tienen miedo los espíritus florentinos para manifestarse? ¿El fantasma de Urbano VIII aún los tiene cogidos por los mismísimos acaso?
Así, abatidos y cabizbajos nos volvimos al aeropuerto, cuando de repente, la lectura de un libro (intitulado: ‘Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptoloemaico y copernicano’, escrito por el propio Galileo, y que el Papa Urbano VIII agradeció con una invitación a la barbacoa) que llevaba para entretenerme, llegué a un párrafo crucial para la himbestigación. Mi tembloroso dedo índice de mi temblorosa mano derecha se acercó al tembloroso libro, donde las letras temblorosamente bailaban de aquí para allá.
Afortunadamente, en ese momento el conductor decidió dejar de pillar todos los baches de la carretera, y pude leer los siguientes párrafos:
“SALVIATI [Habla sobre los argumentos de un autor sobre la transparencia de la Luna]: (…)Este hombre se va imaginando a su medida las cosas que tendrían que existir para servir a su propósito, y no acomodando sus propósitos a la medida de que las cosas existen”
¿Acaso no es cómo actúa por definición la pseudociencia? ¿Inventando teorías que cuadren con las creencias?
Y más adelante:
“SAGREDO: Me recordáis a alguien que pretendía vender un método para poder hablar, por medio de cierta simpatía de agujas imantadas, con alguien que estuviese a una distancia de dos o tres mil millas. Al decirle yo que lo compraría gustoso, pero que quería comprobarlo mediante la experiencia y que me bastaba hacerla estando yo en una de mis habitaciones, y él en otra, me respondió que con una distancia tan pequeña no se podía comprobar bien el funcionamiento. Por lo cual decidí que en ese momento no me apetecía ir al Cairo o Moscú para hacer la experiencia, pero que si quería ir él, yo desempeñaría la otra parte, quedándome en Venecia”
¿Acaso no es la actuación típica de un charlatán, cuando se le propone la comprobación experimental de sus ideas, el inventar excusas más o menos ridículas?... sin ir más lejos, en esta bitácora tuvimos un brillante ejemplo en los comentarios de la entrada anterior.
Así pues, no parece que la opinión de Galileo fuera la de creer en fenómenos por qué sí, sin un razonamiento claro apoyado por evidencias empíricas; en especial si las afirmaciones eran particularmente extraordinarias, como lo era la comunicación a larga distancia en aquella época. Actitud típica de un malvado escéptico comeniños, adicto a la barbacoa.
‘Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptoloemaico y copernicano’. Galileo Galilei. Alianza Editorial