Es un argumento muy manido: hay científicos que se acercaron al mundo paranormal, y lo investigaron.
Con este argumento se trata de dar dos visiones: la primera, que un científico de verdad investiga sin prejuicios. Lo cual es una perogrullada, pero que no deja de tener su falacia escondida tal y como se expone, ya que lo que se pretende decir es que hay que abandonar todo el conocimiento sobre la naturaleza ya obtenido, y partir de cero para afrontar el presunto hecho misterioso. Si un misterio puede ser solucionado con ciencia, entonces esa no es la solución.
Una cosa es estar abierto a cambiar teorías si los datos así lo indican, y otra muy distinta intentar que una teoría contradictoria con el conocimiento certero que ya se posee de la naturaleza sea válida, sólo porque a alguien le gustaría que así fuera. Las teorías no son perfectas; no son “la verdad absoluta”, ni pretenden serlo, como parecen creer algunos. Las teorías en cambio son “veraces”, son aproximaciones que describen la naturaleza dentro de unos límites de validez, suficiente para entender qué procesos ocurren, qué relaciones de causa-efecto existen, qué se puede esperar de un fenómeno, e incluso hacer predicciones que permiten diseñar máquinas y dispositivos, que van a trabajar de la forma que se necesita.
Por ejemplo, la gravitación universal de Newton fue un hito importante. La “verdad” que describe esta teoría es que los planetas y el Sol son un punto infinitamente pequeño donde acumulan toda su masa. ¿Pero acaso es así? Sabemos que no. Y sin embargo, hoy día sigue siendo muy útil para calcular órbitas de los planetas, para lanzar satélites al espacio, y que además lleguen y amarticen o alunicen, donde deben.
La gravitación universal de Newton funciona porque es “veraz”, es una descripción fiel de lo que ocurre en la naturaleza. Pero que tiene sus límites. Unos límites que explicó la teoría de la relatividad (cuando hay velocidades comparables a la de la luz, o cuando las masas son muy elevadas). La teoría de la relatividad es una descripción distinta del mismo fenómeno, pero más amplia: es capaz de describir lo mismo que la gravitación universal, y además, otras situaciones.
Es en este sentido en el que hay que tener una mente abierta a nuevos descubrimientos: nuevas teorías que corrijan los fallos de otras ya establecidas. Pero no teorías que contradigan abiertamente conocimientos ciertos. Una teoría de la relatividad que produjera resultados contrarios a la gravitación universal donde esta última es veraz, hubiera tenido casi imposible salir adelante. Las nuevas teorías se construyen apoyándose en conocimientos ya existentes; un científico se sube a hombros de gigantes para ver más lejos.
Más interesante es la otra intención con que se usa el argumento hay-científicos-que-estudian-misterios: las pseudociencias no son chorradas, porque hubo científicos que investigaron. Parece que si un científico investiga misterios paranormales, entonces se reconoce automáticamente que existe lo paranormal, cuando esto no tiene por qué ser así, sino que precisamente es eso lo que debe probar: que tal o cual fenómeno es paranormal.
Iker Jiménez, en su retorno a la caja tonta, nos deleitó con este argumento centrándose en la figura de Ramón y Cajal, quien parece ser que estudió a mediums y los poderes del cerebro, y nos amenaza con desvelarnos más inquietantes, espeluznantes y se-me-ponen-los-pelos-como-escarpias relaciones de grandes científicos con el ocultismo y lo paranormal en general.
Pero de lo que no quiere darse cuenta Iker, (o que no quiere contar a sus televidentes y radioyentes) es que lo menos importante es precisamente “quien” investigó lo misterioso, sino “qué” descubrimiento hizo. Qué contribución al conocimiento obtuvo referente a lo paranormal.
Santiago Ramón y Cajal fue premio Nobel por sus descubrimientos acerca de las neuronas. A Newton se le deben las tres leyes que llevan su nombre, la gravitación universal, y varios hallazgos más. Se les recuerda por sus logros. Son científicos cuya importancia no está en haber investigado el cerebro, o haber investigado la naturaleza, (muchos antes que ellos hicieron lo mismo y no se les recuerda, precisamente por no haber logrado lo que ellos sí consiguieron) como tampoco son recordados por haber investigado lo paranormal, lo oculto, o lo misterioso. Su relevancia está en haber hecho unas contribuciones específicas al conocimiento en esas áreas concretas.
Fueron excelentes científicos, pero ¿qué aportaron al conocimiento humano respecto al ocultismo o lo paranormal? No importa lo que investigaran, importan los resultados de esas investigaciones. Esa es la única pregunta relevante, y que Iker Jiménez va a dejar sin contestar cada vez que revele que tal o cual científico “investigó lo paranormal”.
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